Variaciones sobre un tema de Reinhold Niebuhr
Al mismo tiempo, la vida no vale nada, al decir de Pablo Milanés, si la pasividad o el miedo nos paralizan e impiden que emprendamos acciones que pueden revertir las inconveniencias o miserias que nos torturan, cuando hemos identificado racionalmente los modos y maneras de favorecer un cambio en esas situaciones indeseables.
No es
el accidente lunar conocido como Mar de la Serenidad, cuya foto aparece al lado,
de lo que versa esta entrada. Traigo un
archiconocido fragmento de la oración de la serenidad, del teólogo estadounidense
Reinhold Niebuhr:
◘ Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas
que no puedo cambiar,
◘ valor para cambiar las cosas que puedo y
◘ sabiduría
para poder diferenciarlas.
Menudas tres peticiones.
Condensan todo el verdadero arte de vivir. Por eso mismo, implican poseer capacidades
divinas.
¿De qué vale atormentarse
vanamente por infortunios cuya solución nos es definitivamente ajena? Si no hay
nada que podamos intentar hacer que conduzca a modificar favorablemente una
situación adversa, carece de sentido desesperarnos en vano y gastar un solo
minuto de nuestra limitada existencia en quejas y lamentaciones estériles o regodearnos en el dolor.
Al mismo tiempo, la vida no vale nada, al decir de Pablo Milanés, si la pasividad o el miedo nos paralizan e impiden que emprendamos acciones que pueden revertir las inconveniencias o miserias que nos torturan, cuando hemos identificado racionalmente los modos y maneras de favorecer un cambio en esas situaciones indeseables.
Y la tercera habilidad que Niebughr
implora en su oración es la más
importante de las tres. Justamente identificar inequívocamente las cosas que
puedes cambiar de las que no. Ahí es donde el jején puso el huevo.
Lo que parece improbable es que
un dios cualquiera esté dispuesto a compartir cualidades divinas con ninguno de
nosotros los mortales. Entonces, en mi opinión, el valor de esta plegaria
radica en esforzar nuestro pensamiento en discernir esas tres reglas de oro en
la medida de nuestras posibilidades. Examinar con lupa las causas de cada
desasosiego importante que nos atenace e intentar catalogarlas adecuadamente
con arreglo a estos preceptos, y finalmente actuar o no en consecuencia. No siempre
vamos a acertar, pero al menos tendremos una pauta para tomar una dirección
determinada y ya con eso alcanzaremos algo de sosiego y en no pocos casos
simplemente conseguiremos pasar página.
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