El deceso de Orlando Zapata Tamayo tras huelga de hambre por 85 días ha conmovido a la opinión pública internacional.
Imposible siendo cubano mirar a otro lado. Cuando el silencio es ominoso hay una obligación moral de decir. Tanto es así que hasta Raúl Castro ante la prensa brasileña dijo algo. “Lamentó mucho” la muerte de Zapata. En Europa ha habido la mayor repercusión. En Estados Unidos y especialmente en Miami, como prácticamente a diario los grupos anticastristas extremos arman la de San Quintín por sucesos significativos y por los que no lo son, la reacción no resulta tan dramática e impactante como en Europa y especialmente como ha sido en España. El gobierno de Zapatero había apostado a la persuasión y la zanahoria. Después de un tibio pronunciamiento inicial, al presidente del gobierno no le ha quedado otra que hacer una segunda declaración de exigencia a la Habana en el tema de los derechos humanos y de la preocupación por la vida. Zapatero, que ostenta este semestre la presidencia de la Unión Europea, tras su dura declaración ha debido renunciar de hecho a las intenciones de conducir a los 27 a abandonar la posición común en la relación con Cuba. La mayor parte de los gobiernos de América Latina, con la excepción del presidente electo de Chile, han optado por virar la cara. Lula que tuvo la desdicha de tropezar de frente con el deceso se limitó a un tibio lamento.
Raúl Castro ante el hecho consumado ha aplicado la fórmula que ha resultado viable por medio siglo. Toda disidencia que de una manera u otra intenta hacerse oír y las “complicaciones” de ello, es enmarcada dentro del contrapunteo entre Estados Unidos y Cuba.
No sabemos si el desenlace se debió a “negligencia” del nivel superior de gobierno por no atender más directamente el caso, por “írsele de las manos” desocupado en evasión u ocupado en otras cosas o si fue consecuencia de una línea orientada con la intención del escarmiento. De cualquier manera ha habido una repercusión muy notable, por el momento. La historia anterior de tragedias similares y más graves nos enseña que al pasar las semanas la vida sigue su agitado curso.
Por demasiado simplista, la tesis de que esta y las miles de muertes innecesarias que efectivamente han ocurrido a cubanos de todas y ninguna tendencia, en las costas y los cielos de Cuba, en el estrecho de la Florida, en la ciénaga de Zapata y también en las cárceles, han sido consecuencia del acoso del Goliat del norte al David isleño no se corresponde con la realidad. De parte de quienes cortan el bacalao ha faltado voluntad política para intentar conciliar posiciones, para tratar de perfeccionar procesos, para en fin… escuchar sin hermetismo ni verdades absolutas, vestidas con el engañoso y pretencioso ropaje de “principios”. Detrás de todo eso, lo que verdaderamente ha faltado –en mi opinión- ha sido valor para enderezar lo torcido.
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