Primero de una serie de fragmentos de Mario Vargas Llosa sobre la decadencia de los prevalentes culturales de nuestra época.
Les habrá pasado antes que han visto una película, oído un discurso o leído un texto que refleja con una fidelidad impactante sus propias perspectivas y sentimiento sobre un aspecto de la realidad. Eso me ocurrió con ese artículo. Confieso que me ha dejado un sabor amargo porque el panorama cultural que pinta el Nobel del 2010, es desolador y realista al mismo tiempo. Como 8 páginas hoy resultan agobiantes para muchos, voy a traer a CubaDiversa algunos trozos selectos de aquel artículo.
Para empezar hoy, entresaco apenas un parrafito:
En la civilización del espectáculo es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los “chefs” y los “modistos” y “modistas” tengan en nuestros días el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Los hornillos y los fogones y las pasarelas se confunden dentro de las coordenadas culturales de la época con los libros, los conciertos, los laboratorios y las óperas, así como las estrellas de la televisión ejercen una influencia sobre las costumbres, los gustos y las modas que antes tenían los profesores, los pensadores y (antes todavía) los teólogos. Hace medio siglo, probablemente en Estados Unidos era un Edmund Wilson, en sus artículos de The New Yorker o The New Republic, quien decidía el fracaso o el éxito de un libro de poemas, una novela o un ensayo. Hoy son los programas televisivos de Oprah Winfrey. No digo que esté mal que sea así. Digo simplemente que es así.
¿No es verdad?
En la entrada del lunes pasado me referí a los cambios, para mal, en el comportamiento formal y los modales que
se ha producido en la sociedad, ahora “glo bal”. Pero en la introducción traje a
colación el último libro de Mario Vargas Llosa, donde arremete contra los
valores “culturales” que se han venido imponiendo en los últimos tiempos.
Vuelvo a ello porque me leí las 8 páginas de un artículo del peruano, en el
cual adelantaba hace más de tres años la
tesis en la que profundiza el libro que
va a salir en papel en los próximos días.
Les habrá pasado antes que han visto una película, oído un discurso o leído un texto que refleja con una fidelidad impactante sus propias perspectivas y sentimiento sobre un aspecto de la realidad. Eso me ocurrió con ese artículo. Confieso que me ha dejado un sabor amargo porque el panorama cultural que pinta el Nobel del 2010, es desolador y realista al mismo tiempo. Como 8 páginas hoy resultan agobiantes para muchos, voy a traer a CubaDiversa algunos trozos selectos de aquel artículo.
Para empezar hoy, entresaco apenas un parrafito:
En la civilización del espectáculo es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los “chefs” y los “modistos” y “modistas” tengan en nuestros días el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Los hornillos y los fogones y las pasarelas se confunden dentro de las coordenadas culturales de la época con los libros, los conciertos, los laboratorios y las óperas, así como las estrellas de la televisión ejercen una influencia sobre las costumbres, los gustos y las modas que antes tenían los profesores, los pensadores y (antes todavía) los teólogos. Hace medio siglo, probablemente en Estados Unidos era un Edmund Wilson, en sus artículos de The New Yorker o The New Republic, quien decidía el fracaso o el éxito de un libro de poemas, una novela o un ensayo. Hoy son los programas televisivos de Oprah Winfrey. No digo que esté mal que sea así. Digo simplemente que es así.
¿No es verdad?
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