ARTE DE
VIVIR De
cómo en la era digital el correo yace acorralado
En estos días recibí
una carta fechada a mediados de marzo. De Cuba. Demoró un mes y tres días en
llegar a Estados Unidos. Tiempo record de prontitud porque otras veces el mismo
periplo ha tardado 2 meses y medio o nunca llegó.
Pasa que le está
llegando el turno al correo convencional. La máquina de escribir, los discos de
vinilo, los casetes, el tasajo, la pluma de fuente, el ábaco, los teléfonos de
marcado por disco, los tocadiscos, los floppis de computadoras, y muchos otros
objetos vieron pasar sus mejores tiempos y hoy han caducado en el uso masivo.
En lo que concierne al correo pasa ya con las cartas no comerciales. Ni
siquiera la comunicación internacional entre familiares y amistades encuentra
sitio en el soporte material ahora que el email impone su supremacía.
Con todo, no me pude
sustraer a contestar por correo la carta recibida aunque tenía el chance de
hacerlo por el correo electrónico y la ventaja de la inmediatez, y es que a
pesar de todo, las cartas en papel, demoradas y fuera de moda conservan la calidez
de lo clásico. También la calma y la permanencia imposibles en la prisa y
fugacidad del email, más de corre corre.
A diferencia de la
pluma con tintero o la maquinita de escribir, que quedaron erradicadas por
completo, la epístola conservará todavía
por un tiempo un espacio irreductible en la correspondencia, desde y hacia los
presidios, en las valijas diplomáticas – a resguardo de la indiscreción del
ciberespacio- y como fósiles en los textos sagrados y el género epistolar en la
literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario