Blackjack en la ONU: 21 años y el cántaro no se rompe
Se decía que "la necesidad hace parir hijos machos". Refrán políticamente incorrecto hoy en día, cuando la discriminación social de la mujer es un atavismo denigrante que subsiste a plenitud en las regiones del mundo dominadas por el fanatismo, y ya se bate en retirada en sectores reaccionarios y machistas de occidente.
La resolución, aprobada por vigésima primera vez, que presenta el gobierno cubano cada año en la Asamblea General de la ONU es titulada con la letanía NECESIDAD DE PONER FIN AL BLOQUEO... etc., etc., etc. El refrán machista al que aludí sugiere que las situaciones comprometidas hacen obrar milagros, no precisamente divinos, sino resultado de voluntad y esfuerzos extraordinarios acicateados por la necesidad del que la padece. Mas, la que encabeza la resolución cubana en la ONU pareciera que apuesta por milagros divinos, sin esfuerzo alguno o si usted quiere sin la más mínima concesión.
A fin de cuentas, retirar el embargo por parte de Estados Unidos podría hacerse y no dar lugar a grandes alivios a la Habana. Abolida la ley que lo implantó, Estados Unidos no estaría obligado a conceder créditos a Cuba ni a autorizar a sus nacionales a viajar a la isla. Puede mantener restricciones específicas (turismo, créditos, y otras) con base en fundamentos ajenos a la Ley que, a manera de camisa de fuerza, codificó el embargo de modo harto general. Por ejemplo el respeto a los derechos individuales o abandonar la supuesta alianza de la Habana con países que estimulan o contemporizan con el terrorismo podrían ser requisitos para normalizar totalmente las relaciones comerciales y financieras.
Cuba, anécdotas aparte, compra hoy en Estados Unidos lo que es capaz de pagar. El embargo opera como un símbolo para los dos extremos del problema cubano. Símbolo del imperio, para la Habana, y símbolo de su poder político para los congresistas cubano estadounidenses que, en su momento, escalaron posiciones a la sombra del anticastrismo radical.
Cuba, anécdotas aparte, compra hoy en Estados Unidos lo que es capaz de pagar. El embargo opera como un símbolo para los dos extremos del problema cubano. Símbolo del imperio, para la Habana, y símbolo de su poder político para los congresistas cubano estadounidenses que, en su momento, escalaron posiciones a la sombra del anticastrismo radical.
El gobierno cubano no hace esfuerzo alguno para que el pronunciamiento de la comunidad internacional que le favorece pueda influir en Washington. ¿Por qué retiene al contratrista Allan Gross? ¿Por qué no acaba de repatriar al español Carromero? ¿Por qué arresta a decenas de proetstantes pacíficos y tolera shows callejeros y de prensa hostigando a la bloguera Yoani Sánchez por decir lo que piensa? Todo ello simultáneamente con el debate en la ONU donde tiene hace décadas asegurada una mayoría lógica y casi absoluta. Con frecuencia la aprobación de esta resolución se acompaña de hechos y posturas de Cuba que dificultan mucho cualquier cambio en Washington y facilitan el trabajo de los defensores a ultranzas de ese embargo.
Yo creo en la necesidad de poner fin a algo inútil y que es ya vestigio de un tiempo superado POR LA REALIDAD, pero también presumo que es la Habana la que no quiere parir hijos machos.
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