Inexplicable intransigencia con temas baladíes y pasividad con provocaciones mortales...
A mí no me parece mal que se proteja la intimidad de la familia real británica, que se critiquen las manifestaciones de homofobia, o que la afición miamense presione, al sentirse ofendida por el Fidelismo a destiempo y fuera de lugar del manager de su equipo.
Pero, caballeros, me cuesta entender que en el mundo de hoy, saturado de sexo y pornografía barata, unas inocentes tetas, principescas o no; la hispana palabra maricón (desplazada por el eufemístico término provenzal o latino gay) en minúscula escritura bajo los párpados de un infeliz pelotero criado en la Cuba machista de Fidel Castro; o la ingenua "admiración" por un personaje al que estadistas y premios Nobel le han rendido pleitesía, que manifieste un ignorante manager beisbolero (por demás venezolano) puedan ser objeto de condenas judiciales, castigos, suspensiones y generalizada reprobación popular y de prensa, y que al mismo tiempo acciones de intolerancia religiosa que desencadenan crisis internacionales con decenas de víctimas mortales se vean cubiertas con el manto de la "libertad de expresión" mal entendida, al extremo de que una nación como Francia se vea obligada a cerrar sus dependencias diplomárticas en medio mundo para no contrariar a un semanario humorístico.
La doble moral o el
doble rasero fueron caracterizados por George Orwell. De acuerdo a este
autor, “Double think” es una forma de
disciplina mental cuya meta, deseable y necesaria a todo miembro del Partido, es ser capaz de creer en dos verdades
contradictorias al mismo tiempo. Ello es inherente a
los regímenes totalitarios, tales como el fascismo y el comunismo, sobre todo
como sistema metódicamente implementado por la élite que ostenta el poder
absoluto. Iherente, pero no exclusivo. La disonancia cognitiva es una forma de
doble rasero que se puede dar espontáneamente en nuestras sociedades abiertas.
Después de los incidentes con el vídeo-avance “La Inocencia de los
Musulmanes”, ayer Francia anunció que cerrará embajadas en veinte países, como
medida de precaución por las caricaturas
que sacó ahora un semanario de ese país. Todo ello porque según declaró el primer ministro “en
Francia la regla es la libertad de expresión”. No estando el horno para galletitas, ¡vaya
responsabilidad de que hacen gala los editores del semanario «CharlieHebdo»! Por cierto
es en Francia donde se le ha puesto multas y se ha prohibido a otra revista
sacar las fotos de la Duquesa de Cambridge con el torso desnudo. Para las autoridades francesas los pechos de Kate Middleton merecen mayor respeto que el profeta idolatrado por una religión con miles de millones de seguidores, no pocos de ellos bárbaros fanáticos, proclives a derramar sangre de inocentes donde quiera.
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Moentras, aquí en EEUU en las Grandes Ligas
de beisbol le han sonado tres días de suspensión y le están haciendo
la vida un yogur a un pelotero cubano que inscribió una palabra presumidamente homofóbica en
la pequeña sombra que usan debajo de los ojos para protegerse del sol. Ni que decir, cuando
el manager de los Marlins, Ozzie Guillén metió la pata expresando admiración
por el ex gobernante cubano Fidel Castro. Ave María purísima. Se acabó el
mundo. Poco faltó para que lo crucificaran.
A mí no me parece mal que se proteja la intimidad de la familia real británica, que se critiquen las manifestaciones de homofobia, o que la afición miamense presione, al sentirse ofendida por el Fidelismo a destiempo y fuera de lugar del manager de su equipo.
Pero, caballeros, me cuesta entender que en el mundo de hoy, saturado de sexo y pornografía barata, unas inocentes tetas, principescas o no; la hispana palabra maricón (desplazada por el eufemístico término provenzal o latino gay) en minúscula escritura bajo los párpados de un infeliz pelotero criado en la Cuba machista de Fidel Castro; o la ingenua "admiración" por un personaje al que estadistas y premios Nobel le han rendido pleitesía, que manifieste un ignorante manager beisbolero (por demás venezolano) puedan ser objeto de condenas judiciales, castigos, suspensiones y generalizada reprobación popular y de prensa, y que al mismo tiempo acciones de intolerancia religiosa que desencadenan crisis internacionales con decenas de víctimas mortales se vean cubiertas con el manto de la "libertad de expresión" mal entendida, al extremo de que una nación como Francia se vea obligada a cerrar sus dependencias diplomárticas en medio mundo para no contrariar a un semanario humorístico.
Y aclaro finalmente que soy partidario de: 1- proteger el derecho de todos a la intimidad, incluída la de la simpática y agraciada Kate Middleton; 2- de poner algún límite a la propaganda homofóbica (por cierto también se la pondría al abundante proselitismo homofílico): y 3- que las lisonjas para con el hombre que destruyó a la nación cubana y la convirtió en su finca particular me ofenden como al que más... pero que en estos casos se proceda severamente y no se invoque la "deidad" libertad de expresión, y en los casos de las tragedias generadas por imprudencias como la de la peliculita o las francesas caricaturas (más que inoportunas en plena algarabía sangrienta) prime la pasividad contemplativa y el culto a la irresponsabilidad, se me parece demasiado a ese doble pensamiento que definió Orwell. Con la diferencia que aquel fue diseñado para perpetuar el poder totalitario de un partido único y este es un engendro inexplicable, surgido de la incoherencia, la hipócrita postura de lo "políticamente correcto" y la degenerada influencia de los medios y su cultura del entretenimiento.
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