En la entrada del 31 de octubre pasado traté también de la muerte. En aquella ocasión sobre algunas de las tradiciones culturales en países de nuestra región. Y de lo que el poeta Nicolás Guillén sabía de la muerte. Hoy, para dar continuidad a este blog que cantaba antes a la vida, vuelvo sobre el tema de la gran ignorada. Es mucho lo que la filosofía y la religión han disertado sobre la muerte y en
donde quiera se pueden hallar resúmenes diversos. Solo diré que me quedo con una de las consideraciones más antiguas, la de Epicuro, quien vivió en Grecia hace más de 2 300 años:
“el más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros, pues cuando nosotros existimos, la muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros no existimos”.
Finalmente me complazco en transcribir otro poema distinto al de la entrada
novena, en el que Nicolás Guillén otra vez se refiere a la muerte.
Iba yo por un camino,
cuando con la Muerte di.
"¡Amigo!", gritó la Muerte,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Llevaba yo un lirio blanco,
cuando con la Muerte di
Me pidió el lirio la Muerte,
pero no le respondí,
pero no le respondí;
miré no más a la Muerte,
pero no le respondí.
Ay, Muerte,
si otra vez volviera a verte,
iba a platicar contigo
como un amigo:
mi lirio, sobre tu pecho,
como un amigo;
mi beso, sobre tu mano,
como un amigo;
Yo, detenido y sonriente,
como un amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario