domingo, 14 de marzo de 2010

La Vida

No sé por qué me vinieron a la mente tres canciones que son joyas. Gracias a la vida, de Violeta Parra; La vida no vale nada, de Pablo Milanés y, como titulé esta entrada, La vida – de Alberto Cortez. En realidad, sí sé.

Se ha depreciado demasiado en nuestros tiempos aquello que debiera ser la única verdad para los que tenemos el privilegio de la conciencia, porque todo termina cuando cesa la vida. Por eso me parece muy acertado que la Iglesia Católica jerarquice ahora al máximo su doctrina de la Cultura de la Vida ¡Tanto que se ha equivocado a través de la Historia! No obstante, sus jerarcas y seguidores suelen esgrimir esa doctrina más activamente contra las leyes que flexibilizan las regulaciones en torno a la decisión de abortar de las mujeres, al extremo de que muchos casi asocian exclusivamente la frase “cultura de la vida” a una oposición radical a toda instancia de interrupción voluntaria del embarazo, sin importar la edad de gestación o las circunstancias, siendo que considerar a un conjunto de células embrionarias como poseedor de todos los atributos de la vida humana, con justicia es -por lo menos- discutible.

En cambio, no vemos igual preocupación doctrinaria por tantas vidas sesgadas en su plenitud: víctimas del fanatismo islámico en todo el mundo; de los capos de las drogas -con masividad repugnante en torno a la frontera norte de México-; de las guerras justas o injustas y siempre intrínsecamente inhumanas; de las carencias nutricionales y de atención de salud que cobran vidas por millones; y por las víctimas, comparativamente excepcionales en número, que equivocadamente o con razón ofrendan su más preciado bien en solidaridad con otras personas que sufren y padecen injustamente. Estas vidas son las aparentemente más fáciles de salvar. Pendientes solamente de una decisión piadosa y que el miedo, la soberbia o ambos, siempre inseparables acompañantes del poder, hacen extremadamente difícil de tomar. Al contrario que en las guerras, en estos casos la muerte se alimenta de la pasividad. De una doble pasividad de víctimas y verdugos, hija de la intransigencia. Por todo ello la primera ley de nuestras mentes debiera ser el respeto a la vida por sobre todas las cosas.
Y de las tres joyas musicales que mencioné al principio me quedo con la de Cortez, por ser la que de manera más simple exalta la vida…lo demás es silencio.



ACTUALIZANDO:
Resulta inquietante cuando alguna gente evoca la piedad, en vez de para procurar estimularla, para terminar exaltando la impiedad.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy de acuerdo,tanto daño hace el poder mal usado(con armas que matan en las manos,como en las guerras)como el poder que no se usa para hacer el bien(el poder no usado)como el de no tomar una medida o firmar una ley o un acuerdo que puede salvar la VIDA de muchos.No sé cuál de los dos crímenes el mayor,en ambos,la irreverencia por la vida,por aquellos que YA ESTAN en este mundo y tienen el derecho de existir,prioridad más que obvia,si comparada a aquellos que están por venir.Linda canción,profunda y verdadera,de las 3,según mi opinión,la que tiene también mi voto.Gracias por sus reflecciones y por existir,por hacer valer el don de la vida como ser humano y profesor,mestre de muchos,gracias,profe