La fallida enmienda de los dos senadores cubanos para impedir vuelos a Cuba, desde nuevos aeropuertos de Estados Unidos es inconsecuente en su origen y en su justificación.
La enmienda que introdujo el flamante senador Marco Rubio es un ejemplo ilustrativo de lo que son prioridades equivocadas. Los cambios que se produzcan en Cuba han de ser promovidos, generados y gestionados por el pueblo que se quedó en la Isla. La emigración puede y debe respaldar las iniciativas que surjan allá, cualquiera que sea su fuente, calibrando exclusivamente su viabilidad, ausencia de violencia y perspectiva de que acelerarían el cambio hacia el progreso, el desarrollo económico, la verdadera justicia social y las libertades.
La emigración cubana tiene sus propios derechos que reclamar. Visitar su patria sin condicionamientos ni permisos arbitrarios, camuflados con el ropaje de habilitaciones de pasaporte. Artistas, profesionales, pueblo común deberían poder salir de Cuba dependiendo exclusivamente de su voluntad y la aceptación de la nación extranjera de destino, así como retornar de visita o permanente, por decisión propia, como sucede con la casi totalidad de los países y sus naturales.
La consecuencia práctica de la iniciativa de Rubio es que los cubanos que residen en Tampa, Orlando, Cayo Hueso y otros sitios de Estados Unidos tendrían, como hasta ahora, que desplazarse a ciudades distantes para ejercer su derecho humano al libre movimiento, aunque donde ellos vivan existan aeropuertos y vías aéreas en condiciones rentables de establecer vuelos a la isla. La enmienda pretende imponer que no se establezcan estas nuevas posibilidades.
El senador de la Florida fundamentó su iniciativa en una clasificación, ahora obsoleta, del Departamento de Estado que incluye a Cuba entre los países que patrocinan el terrorismo. Un país exhausto económicamente y con una dirección que parece no compartir la obsesión intervencionista y de hegemonía ideológica a nivel planetario que adelantó sin miramientos su predecesor, y que efectivamente condujo a entrenar, subvencionar y apoyar de todas las formas a organizaciones terroristas en el continente y fuera de él, pero hace ya décadas atrás. Ahora solo le queda el pataleo ideológico.
El argumento que sirvió de basamento a la propuesta intenta diluir -parapetado detrás de la clasificación definida por el Departamento de Estado- el verdadero objetivo que es entorpecer toda clase de acercamiento al pueblo cubano de la isla. Ello evidencia una inconsecuencia chocante. ¿Por qué se ocupan solo de las nuevas plazas Tampa, Cayo Hueso, Orlando? Si la preocupación es el terrorismo, ¿No le preocupa cuando los viajes son desde Miami, New York y los Ángeles?
No es llamativo que al “novato del año” se le ocurran todo género de disparates en relación a la política de Estados Unidos con una Cuba de la que él, peor que desconocer, ha hecho su idea a través de prejuicios, enfoques y acercamientos heredados y desactualizados en más de 50 años. Lo sorprendente del caso es que el senador Bob Menéndez, también cubano y con mucho más peso, experiencia y sentido común se halla embarcado en esa pirueta política. Cuando los exiliados cubanos debieran lanzarse a una campaña de presión internacional y en la propia Cuba, por la recuperación de su derecho inalienable de regresar libremente al país que los vio nacer y por la viabilidad de los viajes al exterior de los cubanos residentes en la isla sin discriminaciones ideológicas o de otra índole, (punto 2 del artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos) el dúo bipartidista de senadores cubanos se propone seguir las directrices castristas en el ámbito legislativo de la democracia estadounidense, recortando lo más posible las facilidades para los viajes.
Hasta la experiencia mundial de nuestros días cercanos, especialmente en el mundo árabe, pero también en Bolivia, Venezuela y otros países de diferentes regiones y tradiciones deja ver que la evolución se favorece por la apertura de gobiernos, sociedad civil y pueblo en general a la influencia externa del mundo contemporáneo. El aislamiento en regímenes que son en su esencia cerrados dentro y fuera, es un calzo efectivo para prolongar esos sistemas absolutistas. El regalito del binomio de senadores de origen cubano al régimen castrista, por suerte no pasó ni siquiera a debate, pero desvela la falta de perspectiva acertada por parte de figuras prominentes del exilio cubano en Estados Unidos, respecto de la influencia que pudiera ejercer la comunidad cubana en el exterior para propiciar en Cuba una evolución favorable y también para facilitar relaciones más fluidas entre los cubanos de ambos lados del estrecho de la Florida.
1 comentario:
En los últimos días se han inscrito nuevos seguidores para llegar a 8. Horita alcanzo la decena, si Dios quiere. Gracias a todos ellos y a los demás que leen y/o comentan.
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