jueves, 26 de abril de 2012

Demorado y Demodé

ARTE DE VIVIR   De cómo en la era digital el correo yace acorralado

En estos días recibí una carta fechada a mediados de marzo. De Cuba. Demoró un mes y tres días en llegar a Estados Unidos. Tiempo record de prontitud porque otras veces el mismo periplo ha tardado 2 meses y medio o nunca llegó.
Pasa que le está llegando el turno al correo convencional. La máquina de escribir, los discos de vinilo, los casetes, el tasajo, la pluma de fuente, el ábaco, los teléfonos de marcado por disco, los tocadiscos, los floppis de computadoras, y muchos otros objetos vieron pasar sus mejores tiempos y hoy han caducado en el uso masivo. En lo que concierne al correo pasa ya con las cartas no comerciales. Ni siquiera la comunicación internacional entre familiares y amistades encuentra sitio en el soporte material ahora que el email impone su supremacía.  
Con todo, no me pude sustraer a contestar por correo la carta recibida aunque tenía el chance de hacerlo por el correo electrónico y la ventaja de la inmediatez, y es que a pesar de todo, las cartas en papel,  demoradas y fuera de moda conservan la calidez de lo clásico. También la calma y la permanencia imposibles en la prisa y fugacidad del email, más de corre corre.
A diferencia de la pluma con tintero o la maquinita de escribir, que quedaron erradicadas por completo,  la epístola conservará todavía por un tiempo un espacio irreductible en la correspondencia, desde y hacia los presidios, en las valijas diplomáticas – a resguardo de la indiscreción del ciberespacio- y como fósiles en los textos sagrados y el género epistolar en la literatura.

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