lunes, 1 de julio de 2013

Dime con quién andas...

Snowden, la pandilla que lo respalda y la alharaca de los medios  

 
Tremenda alharaca se ha formado por las revelaciones del nuevo "defensor" que nos ha surgido, Edward Snowden. Como todo el mundo sabe,  porque los diarios, twitter, la televisión amarilla o basura y los desperdicios en la red (con la rabiosa izquierda antiestadounidense  a la cabeza) se han encargado de convertirlo en el tópico dominante de las últimas semanas. Se trata de un técnico que trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Este caballero con habilidades y preparación para las modernas técnicas de la comunicación disfrutaba de un trabajo bien remunerado pero de alta confianza. Por eso debió jurar fidelidad y discreción absoluta para con la agencia encargada de salvaguardar la integridad del país y de sus ciudadanos contra todo tipo de acechanzas. Por cierto, la información es hoy el arma más efectiva para ello.
 
De pronto el hombrín decidió defecarse en el juramento que había hecho y sacar a relucir cuáles, en el campo de las comunicaciones,  fueron  objetivos que sus superiores habían considerado imprescindible  seguir para prevenir acciones perjudiciales o mortalmente peligrosas para la seguridad nacional.
 
La falsa disyuntiva entre nuestros derechos civiles y la inteligencia defensiva -arguye nuestro "héroe"- que le obligó a optar por echar para delante, como carrito de helado,  al gobierno de Obama y proteger nuestra privacidad. Ahora hasta nuestros aliados de la Unión Europea, a los que esta nación ayudó decisivamente a liberarse del yugo nazi y a pararse de Nuevo,  andan soliviantados.
¿Y quiénes son los que con mayor ardor han salido dispuestos a sacarle las castañas del fuego  al joven traidor? La Rusia del ex KGB Putin, el podrido de Maduro, el inefable Correa y, para completar, el patriarca caribeño.
 
La verdad es que ni Obama ni la Agencia de Seguridad Nacional han hecho esto a espaldas del pueblo. El Congreso ha estado al tanto y es ahí que están los que el pueblo elige para que lo representen  en una democracia institucional. No es ni en las calles, ni es en los medios. Estos últimos hoy en día  son todos sensacionalistas, si han logrado sobrevivir en la civilización del espectáculo, como dice Vargas Llosa.
 
Al traidor devenido nuevo héroe y su camarilla acompañante los pueblos amantes de la libertad deberían gritarle con el gran cómico mexicano Tin Tan: ¡No me defiendas compadre!

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