El 28 de diciembre del año pasado deseamos, a manera de inocentadas porvechosas, una serie de hechos insólitos pero beneficiosos en un puñado de países.
Que las FARC en Colombia liberaran a todos los rehenes; que ese día no se produjera muerte violenta en México; que los precarios y las favelas desaparecieran de Costa Rica y Brasil respectivamente; que el estado Palestino hubiera sido constituido e Israel reconocido por los árabes incluido Irán; que en España el desempleo disminuyera sensiblemente y en el Reino Unido, el príncipe Felipe le hiciera la competencia con éxito a Alexis Valdés; que de la noche a la mañana el sistema de atención en salud se hiciera eficiente, efectivo y universal en Estados Unidos; que ese día Huguito no insultara a nadie en Venezuela; que Ahmanediyah, el de Irán, se confesara con el Papa en el Vaticano y que Zelaya se paseara sin sombrero y al rape por Honduras. De Cuba solo aposté que hace tiempo allá siempre es … 28 de diciembre.
Por supuesto que como buena inocentada no se cumplió en la realidad ni una sola. Solamente Cuba sí permaneció con su eterno Día de los Inocentes.
Este año un Cardenal que empeñó su dignidad y la de su Iglesia espera esperanzado que se complete el compromiso de liberación total de presos previsto. Con el grupo que falta, el más sensible, que ha sabido y podido resistir la tentación cómoda y expedita de la expatriación.
Y quizá, quiera Dios sea mañana 28 de Diciembre que se cumpla la palabra empeñada por el gobierno, según el decir y reiterar del Cardenal Ortega. Si eso llegara a ocurrir, podría ser una señal, el propio 28 de diciembre, de que en Cuba empiece a dejar de ser siempre… 28 de diciembre.
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