Decadencia pareciera ser la palabra de orden para muchos. El cine ya no estrena con la frecuencia de antes joyas del séptimo arte perdurables. Las operas y sinfonías clásicas no tienen competencia en la contemporaneidad. Hasta en la música popular se nota la ausencia de aquellas creaciones que se mantenía por décadas. Hoy los éxitos musicales tienen la efímera vida de unas pocas semanas. Las nuevas generaciones no gustan de la lectura, ofuscados por el consumismo, que les procuran sus padres, pierden la capacidad de disfrutar los tesoros de la infancia. Las bibliotecas tenderán a desaparecer gradualmente, como los diarios y los propios libros. El concepto de la revista Selecciones del Reader’s Digest, de la información condensada se impone de una forma extrema, “telegráfica”, en los diversos medios electrónicos que nos abruman con su inmediatez cautivante pero su superficialidad y poca credibilidad grotescas. Por si todo esto fuera poco, ahí está el calentamiento global y la contaminación ambiental que pende como espada de Damocles sobre nuestros descendientes, con mucha mayor probabilidad apocalíptica que las conjeturas burlescas de Harold Camping.
La apreciación pesimista de la parrafada anterior se deshace con una simple mirada a vuelo de pájaro de la evolución de la humanidad. Si analizamos la tendencia del pasado medio milenio, los datos reales son que el colonialismo ha desaparecido prácticamente, la esclavitud como institución aceptada finiquitó. Incluso el porcentaje de la población que perece como consecuencia de guerras ha decrecido dramáticamente – a pesar de la extra exposición de los llamados “daños colaterales” que hacen los medios –. Los crímenes y la violencia, no obstante su amplia divulgación, se han reducido en nuestras sociedades, mejor organizadas. Así mismo las libertades civiles siguen creciendo y extendiéndose a más naciones y, tal como vemos en Egipto y otros países árabes, los deseos por alcanzar la democracia se expanden cada vez más. La expansión de la educación, la ciencia y la tecnología es obvia y abrumadora. Tanto así, que la conciencia para ensayar medidas globales dirigidas a contrarrestar el cambio climático y la contaminación atmosférica va consolidándose y ya se implementan medidas a nivel planetario para conseguir esos objetivos.
Si extrapolamos todas esas tendencias positivas de los últimos 500 años a los próximos 5 milenios debemos concluir con un sentimiento optimista acerca del porvenir de nuestra civilización.
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