jueves, 24 de enero de 2013

¿Viena en Miami?

Crónica de un concierto sinfónico en Miami

Una invitación de mi cuñado me condujo el domingo al Adrienne Arsht Center. ¿Cuántos años haría desde la última vez que asistí a un concierto sifónico en el antiguo Teatro Auditorium, rebautizado Amadeo Roldán, frente al Carmelo de Calzada? No menos de 30 años. Aquí había ido al Adrienne Center pero a la ópera. De modo que en mi corteza auditiva se había desvaído el recuerdo del sonido sinfónico directamente proveniente de los instrumentos,  y a la vista del prodigio humano de la confluencia de ejecutantes y director para gestar la criatura melódica. Impresión tan distinta y distante de la que nos puede llegar por el más fiel reproductor de sonido digital.   

¿El director? Eduardo Marturet, nacido en Caracas y graduado de Cambridge es la clase de conductor que transmite sus coordenadas a los músicos con movimientos de toda su anatomía, donde la batuta es apenas un apéndice, el más imperativo y enérgico, eso sí.
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"Ocean Drive in Vienna" fue el nombre del concierto,  impregnado de mucho Strauss como se adivinaba del título. Resultó, sin embargo,  un programa peculiar debido a cuatro estrenos mundiales de sendas composiciones o arreglos que le aportaron con acierto la impronta local. Fue un concierto de la Orquesta Sinfónica de Miami, con todas las de la ley.
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Las cuatro obras/arreglos sinfónicos inéditos fueron: El vals Volare (Samuel Hyken); Valses Americanos (Alexander Berti); Pizzi-Cuban Polka (Carlos Rivera); Danza Húngara #5 redux (Samuel Hyken).
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Valses Americanos puso al público espontáneamente de pie. Nos puso. La orquestación y la amalgama efectiva de melodías conocidas consiguió uno de los logros sobresalientes de la noche. Se destacó el instrumentista de las maracas en el segmento que evocaba La flor de la canela, pero la pieza en su conjunto fue también una joyita. Me gustó menos la Danza Húngara arreglada, para mí, como caricatura. Cuestión de gustos. Tanto Volare como vals, como la polka cubana de Rivera fueron aciertos notables.
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Buen esfuerzo y mejor resultado por atraer al público contemporáneo de la degradada  "civilización del espectáculo" a la buena música. Al final todavía se agregó un chispazo refrescante que salió de perillas. El anfitrión   del programa matutino de Univisión "Despierta América", Raúl González se presentó como comediante soñador de tocar con la sinfónica, y con acierto se integró a la orquesta para recrearnos con la pieza Classical typewriter symphony de Leroy Anderson que les regalo a continuación. Sacada de you tube. En el concierto no permitían ni cámaras ni grabadoras. Pero les cuento que González, ¡se la comió!

Solista Alfredo Anaya

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