lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuanto tiempo sin verte...

Vivencias, nostalgias y reproches de una matiné en el  Centro Adrienne Arsht para las artes escénicas
 
Ayer estuve en la matiné del Centro Adrienne Arsht  para las artes escénicas donde la compañía de la Florida Grand Opera presenta hasta  el 26 de este mes la zarzuela Luisa Fernanda.
Después de cierta edad, digamos 60, uno debiera dar gracias por cada gusto que se puede dar. Por cada instante que pasa junto a su familia. Por el encuentro con un vecino, la partida de dominó, el juego de beisbol por TV, un viaje en crucero o el inesperado reencuentro con una amistad entrañable de siempre. Lo que ayer no esperaba es que al salir de la función me iba a sentir agradecido de acontecimientos vividos en mis más  tempranos veintes.
A medida que progresaba la representación de la obra no podía evitar la comparación  ¡Ay!  enormemente  desfavorable con las funciones del Teatro Lírico Nacional de Cuba en el Gran Teatro García Lorca de la Habana en la década de los años 60.
El tenor Antonio Gandía, un Javier más petimetre que galán,  a quien la orquesta le engulló su voz entonada y atinada pero de poca potencia ¿O fue culpa del director de orquesta? Posiblemente porque no era  Félix Guerrero ni Favio Landa sino el debutante Pablo Mielgo. Durante la función, casi que “sufrí” cada escena que contrastaba en forma lamentable con las grabadas en mi memoria. Cuando el don Luis Nogales de Miguel Sola se adelantó al proscenio para el recitativo sobre la libertad, hecho con desgano insultante, me transporté a aquellas noches cuando Armando Bianchi hacía vibrar al público habanero, que se ponía de pie para aplaudir esa parte hablada, por la fuerza y la doble intención que ya en aquellos tempranos tiempos le imprimía aquel actorazo.
Lo de la mazurca de las sombrillas en el desierto escenario  rayó en el irrespeto, para quien disfrutó de la brillantez del coro, cuerpo de baile y de la pareja INSUPERABLE  que formaron Armando Pico y doña Rosa Fornés, estrellas del Lírico habanero.  De contra me quedé con las ganas de cantar a coro con el público la letra de la mazurca, como la tradición y Dios mandan.
 Luego, la producción quiso ahorrarse el rubro de escenografía completico, salvo un acopio de sillas semejantes a las que se usaban en los velorios de pueblo de campo.  En resumen, la presentación de la obra cumbre de Moreno Torroba fue cicatera, falta de pasión, carente de una dirección de escena efectiva (si la hubo de alguna clase), con una dirección orquestal ajena a la integración con las voces solistas, un coro sin entusiasmo, bailarines replegados y medio escondidos  en plena danza del cerandero y con personajes protagónicos apáticos. Solo se salvó el Vidal Hernando del barítono Ángel Ódena. Ah, y para mayor abundamiento en la falta de rigor,  apunto que en el programa oficial escribieron Vidal Hernández “corrigiendo” a Romero y Fernández Shaw, libretistas originales. Para colmo la voz de un solo histérico snob resonó de entre la audiencia   5 o 6 veces, sin ton ni son, gritando unos  "bravo" extemporáneos que supieron a burla.
Así las cosas, mi visita al majestuoso y frío  Adrienne Arsht Center sirvió para recrear en mi memoria  y agradecer aquellas noches habaneras de mi época estudiantil, cuando pude disfrutar del género chico en su máximo esplendor y calidad, con un público entendido y una calidez ambiental que emanaba de la propia estructura y decorados del teatro.  Nada, que visto el caso y comprobado el hecho puedo decir con propiedad la letra de Javier en el dúo con Luisa Fernanda:

J: ¡Cuanto tiempo sin verte,                                                LF: Desde el último día,
Luisa Fernanda!                                                       si no me engaño.
J: Y ahora vas, por lo visto,
de cuchipanda.
Sí, la Luisa Fernanda del domingo, aquí en Miami iba de cuchipanda, o más bien de barbiquiu, que no es lo mismo.
                                                                
◘◘◘◘◘◘◘◘◘
CODA: Después del desahogo, hay que agradecer a la Florida Grand Opera la inclusión de esta zarzuela en su repertorio. Ya de por sí un acierto. La música del maestro Moreno Torroba no desmereció. El elenco tiene talento. Si bien la puesta careció de un director general que supiera lo que se traía entre manos, el género apenas gatea en esta compañia y hay que confiar en que aprenderá a caminar. Que así sea. 

3 comentarios:

Reinaldo dijo...

No he tenido la oportunidad de ver ésta puesta en escena de Luisa Fernanda, pero de haber podido seguro que hubiera asistido. Nosotros, los que en nuestra juventud pudimos ver a esos grandes artistas que eran herederos de una tradición que hizo de La Habana una de las mas importantes plazas de arte lírico de América, vamos a ser muy severos al juzgar los nuevos valores. Pero es alentador saber que Miamirecoge el testigo.

alicia Vazquez dijo...

Qué nostalgia!!! Cuántos recuerdos ....nunca se sabe cuánto se tiene hasta que se pierde!!!!!

lola dijo...

Y aquí en la madre patria casi se ignora el género chico. Y eso que abundan los buenos cantantes, ya lo dice el refrán: en casa del herrero cuchillo de palo.