sábado, 24 de diciembre de 2011

Como en el Cuento del Curro

Sábado: Número (89) Extraordinario

En ocasión de la clausura de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba
Esta sesión de la Asamblea Nacional de Cuba fue precedida de una ola mediática de especulaciones, pronósticos, opiniones, “filtraciones” y comentarios como nunca había ocurrido. Más que una ola, fue un tsunami de expectativas. Y eso que todo el mundo sabe que el que corta el bacalao en Cuba o al menos se puede hacer escuchar ante las decisiones de un máximo líder es el Buró Político del Partido Comunista. Al máximo órgano legislativo del estado cubano le viene de perillas el adjetivo con que el pueblo bautizó al primer presidente de la revolución (Manuel Urrutia Lleó, mejor conocido por “cuchara”  porque  ni cortaba ni pinchaba), sin embargo esta vez se esperaba que el teatro de Alarcón fuera el escenario escogido por el jefe de estado para desvelar una importante apertura en las restrictivas  regulaciones migratorias que imperan en la isla.
Nada de eso. Raúl sigue obsesionado con su mente en la tina de Paula. Paulatinamente es su palabra de orden.
Por otro lado, la época de la Navidad, la próxima visita del Papa y lo incomprensible, a los ojos de la opinión internacional, del delito de repartir computadoras personales hacían que el anuncio de un indulto para el contratista Alan Gross,  de 62 años y con su madre padeciendo de un cáncer inoperable no fuera una presunción descabellada sino, por el contrario, algo lógicamente probable como un gesto hacia el trato comparativamente condescendiente de la casa Blanca para con el régimen de la Habana.
Pues no. Nada de eso. ¿Abolición de la aberrante categoría de “Salida Definitiva”? ¿Eliminación de la “Tarjeta Blanca? ¿Cese de permiso de entrada para los nacionales cubanos afuera? De eso nada, monada.  ¿Gesto  humanitario y guiño afable a Washington? Más bien una mueca despreciativa al anunciar indulto a cerca de 3000 presos y no incluir al infeliz americano sesentón.
El discurso del General, tras todo lo que esperaba la gente de dentro y de afuera,  me recordó el famoso chiste del curro que expresó su voluntad de que si moría en Sevilla lo enterraran en Madrid, pero si su muerte ocurría en Madrid lo enterraran en Sevilla. Cuando le preguntaron extrañados -¿y eso por qué, curro? Sin rodeos respondió: “ pa’ joder, hombre, pa’ joder”.

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